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domingo, 18 de diciembre de 2011

Relato parte 7

/nota: Siento el retraso, la navidad....../


Daan soltó una palabrota mientras impactaban contra el suelo. A ella las tejas sueltas le rozaron el vientre desnudo y le hicieron pequeños arañazos. Rodaron hasta atrás de una tejavana que los resguardaba. Notó como parte del cuerpo de él la aplastaba, aunque eso solo duró un par de segundos ya que el chico se reincorporó y tomó la navaja en las manos. Ella levantó un poco la pistola y disparó un par de veces más al frente, sin saber contra qué impactarían las balas.
─Con esa navaja no conseguirás hacer nada.
Él seguía intentado no aplastarla demasiado. Ignoró su comentario.
─Tenemos que salir de aquí como sea─ siguió diciendo ella.
Él emitió un sonido de resignación.
─Dime algo que no sepa─ respondió mientras le arrebataba la pistola de las manos y se la cambiaba por la navaja ─.Se te dan mejor los cuchillos a ti que a mí.
Ella lo miró un segundo y acto seguido al frente. Aún no se veía a la persona que disparaba contra ellos, según parecía se había alejado al escuchar los disparos de Yary. Miró velozmente a su alrededor, necesitaba algo para salir de allí.
─Distráelo como sea─ ordenó la mercenaria al chico mientras intentaba salir del debajo de su cuerpo.
─ ¿Qué vas a hacer? ─ preguntó con voz seria, intentaba agarrarla pero ella avanzaba rápida a gatas hacia el borde del tejado.
─Sacarnos de aquí─ respondió quizá demasiado áspera.
Yary dedicó una mirada fría a Daan y se descolgó tejado abajo, hasta llegar a un pequeño balcón de piedra con las barandillas oxidadas. Vio la calle abajo, extrañamente desierta, tal vez demasiado. Eso no era normal, teniendo en cuenta la zona en la que estaba. ‘Son realmente idiotas si piensan que voy a caer’, pensó con desdén. Con una patada derrumbó la estropeada puerta de balcón.
Escuchó disparos que provenían del tejado, miró un poco arriba pero solo vio niebla. Se apresuró en entrar en la casa.
Todo en el interior era antiguo y ruinoso, en algunos lugares faltaba suelo y de no andar con cuidado podía caer a la planta inferior. Olía a frío y humedad, se veían motas de polvo volar por la estancia. Se escuchaba silencio.
Apretó fuerte el cuchillo contra ella y se peinó el pelo hacia atrás con una mano para que no le entorpeciese la visión, aunque pasados dos segundos parte del flequillo volvía a cubrirle el ojo derecho. La madera crujía con fuerza, ella frunció el ceño, sentía que el suelo se abriría en cualquier momento dejándola caer y precipitarse contra el suelo y eso le hizo retroceder. Se obligó a si misma a alejar esa sensación de su cuerpo y se irguió. Se agarró el pelo en una coleta alta y caminó con decisión y sigilo. Aún no sabía que es lo que iba a hacer para sacar al rubiales y a ella misma de esa situación entre la vida y la muerte, pero todo iría sobre la marcha, como de costumbre
Aunque la casa tuviese que estar en total, o en casi total penumbra ya que las ventanas estaban cubiertas con troncos de madera, no lo estaba. De alguna parte entraba luz, demasiada.
Continuó caminando casa adentró. Cruzó lo que sería un pasillo y se adentró en una habitación. No encontró forma de salir, solo manchas de humedad en las paredes y mohosos muebles. Suspiró y salió la habitación, debía darse prisa o el chico podría pasarlas canutas. Aunque a ella no le importaba demasiado él, sino la bronca que le caería por parte de Dereck, su jefe. Pero en realidad, eso tampoco la inquietaba.
Notó algo líquido bajo sus pies. Era un pequeño charco de agua. Miró al techo. Por un momento pensó que se trataba de una gotera, pero cambió de opinión cuando se dio cuenta de que había muchos más . Recordó, aquella tarde había llovido. Parecían provenir de otra habitación, en la que también se podía ver un gran charco. El agua de esa sala reflejaba la luz de la luna. Eso solo podía significar una cosa.
Corrió mientras el agua le salpicaba las piernas. Llegó hasta la puerta y se asomó.
— Eureka — exclamó en voz baja al descubrir que en el techo había un agujero que daba a otra parte del tejado.
Arrastró una vieja cómoda plagada de musgo y apoyó sus manos en ella presionando. La madera, que estaba húmeda, se hundió levemente hacía abajo y resonó con lo que parecía un alarido. Suspiró, dudaba de que ese mueble soportara su peso, aunque solo fuera un par de segundos.
De repente escuchó unas pisadas por el pasillo. Pisadas fuertes y decididas que avanzaban velozmente hacia donde estaba ella. Su número de pulsaciones aumento por momentos. Se dispuso a subirse a la cómoda para llegar al tejado, pero al apoyar la mano en una esquina del mueble y levantarla se fijó que se había manchado de un líquido escarlata.
Sangre.
Miró al agua y advirtió que estaba tintada de rojo, algo en lo que no había reparado antes.
Fue entonces, en esos momentos de reflexión cuando el individuo del pasillo apareció. Tenía los ojos ocultos tras unas gafas negras con los cristales rayados. Le faltaba pelo. Marcas de cicatrices en la cara y tez morena, sucia y brillante por el sudor. Tenía la camisa blanca y los pantalones negros de pinza rasgados y con manchas de sangre por todas partes.
Mostró su mano con una pistola negra y la levantó.
—Por fin—jadeaba— Te tengo. Tu cabeza tiene un precio muy alto, aquí en la frontera ¿Sabes?
Ella se cruzó de brazos fingiendo que no le molestaba la pistola que le apuntaba. Mostraba indiferencia.
—Sí, eso me han dicho — ladeó la cabeza un poco hacía un lado— No entiendo el porqué, tan solo soy otra joven problemática más, que se desahoga cortando cabezas— respondió con ironía notable.
El hombre rió. Ella cambió la expresión de repente y lo miró fríamente. El otro calló.
—Aquí han matado antes a alguien, o al menos herido. Cortesía de la casa supongo.
El otro se rascó la cabeza sin dejar de apuntarla.
—Supones bien.
— ¿Venganza?
— ¿Debería? —preguntó el otro.
Ella se encogió de hombros.
—No lo sé, después de todo han matado a Víctor, tu superior.
Él se quitó las gafas, mostró un unos ojos oscuros rodeados de arrugas. Sus comisuras se crisparon.
—Nadie más sabía eso. ¿Fuiste tú?
Ella puso los ojos en blanco.
—No te hagas en tonto. Sabes, sabéis, de sobra que fui yo — Lo dijo con un tono de voz despreocupado, estaba jugando con él como si fuera una marioneta— Todos buscamos lo mismo. Algunos simplemente tienen que salir del juego para dejar paso a otros. Es así como funciona todo —hizo una pausa deliberada— ¿no? —agregó con maldad.
—Zorra— espetó con rabia el otro mientras apretaba el gatillo y disparaba.
Yary se lanzó al suelo y rodó  hasta quedar al frente de él y golpearle con la pierna derecha desde abajo. Los dos se empaparon de agua y sangre. Por el impacto soltó el arma que se perdió por la sala.
Él la golpeo con fuerza en la cara, y ella lo cogió por la camiseta y rodó hasta conseguir colocarse sobre él, e inmovilizarle apretando las rodillas contra su abdomen mientras le asestaba puñetazos en la cara. Comenzó a fluirle sangre desde la mandíbula.
Él la apartó como pudo y agarrándola por el cuello la empotró contra la pared de madera y apretó su cuello. Ella le golpeó con una pierna el vientre y consiguió cortarle la respiración. Aprovechó ese momento para blandir la navaja de Daan y acto seguido abalanzarse contra él, tirarlo al suelo y clavarle el filo en el pecho.
De repente, reinó el silencio.
El agua se tiñó de un color mucho más intenso que antes. Brillante rubí líquido, que fluía por la ropa y se escurría por el pecho de la víctima. Las manos de la asesina, así como el resto del cuerpo, estaban manchadas de lo mismo.
Yary se paso la mano por la frente apartando el flequillo, mojado al igual que el resto de la coleta. Se levantó despacio y miró arriba, la luna se distinguían entre la niebla. Se subió con cautela a la cómoda, la cual se tambaleó de forma peligrosa hacia ambos lados, y llegó al tejado. Respiró una bocanada de aire y se dispuso a buscar una escalera de incendios con la que bajar a la calle u a otro lugar. Algo le decía que más gente la estaba buscando.
Al caminar por el tejado, a la lejanía vio alguien tirado en el suelo. Frunció el ceño con extrañeza y avanzó hacía el cuerpo.
Se trataba de otro hombre con gafas oscuras, esta vez con pelo, con heridas de bala en el vientre. Se arrodilló junto al cuerpo para registrarlo. No llevaba nada, y no tenía balas en la pistola.
Alguien le tocó la espalda.
Ella se giró en el acto dispuesta a pegar un puñetazo al individuo. Se encontró de frente con unos ojos claros, una sonrisa traviesa y despeinadas greñas doradas y onduladas. Daan.
—Bu—exclamó él.
El rubio paró el golpe de la chica con la mano.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Relato Parte 6

El chico asestó varios golpes más a Víctor, empotrándolo contra la pared y suelo. La víctima no se resistía pues el primer golpe le había cortado la respiración y lo único que hacía era tratar de agarrarse a algo con lo que poder apartar a Daan. Ahora, el hombre que parecía un lobo feroz con los ojos oscuros como dos pozas se había convertido en un simple corderito tratando de huir de la muerte.
La chica miraba la escena desde fuera, con una extraña sensación en el cuerpo. Deseaba que el joven rubio se largara de ahí, no quería verlo. No en ese momento. Suplicaba para que él no notara nada y todo volviera a la normalidad; peleándose como perro y gato.
Daan lo levantó del suelo agarrándolo por el cuello y se lo apretó con dolorosa fuerza. El moreno se aferraba con fuerza a la mano del otro, ya con los nudillos blancos. Su rostro estaba lívido.
De pronto Daan saco algo del bolsillo de la cazadora de cuero que llevaba, algo que relució cuando la luz proveniente de la ventana lo acarició. Ella enseguida adivinó de que se trataba; una navaja.
— ¡Déjalo! — gritó ella desde atrás de él.
Él la miró con una mirada maliciosa y con la cabeza ligeramente ladeada.
— ¿Qué pasa? ¿Es qué le has cogido cariño? — espetó con sorna.
Yary recordó en ese momento por qué no lo soportaba.
—Si lo matas, pedazo de imbécil, nunca encontraremos los diamantes — respondió ella acusadora.
Daan sonrió con maldad y unos mechones ondulados le cayeron sobre los ojos. Volvió la cabeza hacía Víctor, quién lo miraba suplicando clemencia.
—Él no tiene nada — finalizó el rubio.
Abrió la navaja y acarició el filo con los labios.
Víctor le propinó una patada, o al menos lo intentó, pero Daan paró su pierna con la mano.
— ¿Cómo que no tiene nada? — pregunté ya bastante nerviosa mientras ponían los brazos en jarras.
Daan la miró de reojo y emitió un sonido parecido al de la risa. Yary reparó que seguía en sujetador y se tapó con las manos y con el pelo un poco el torso.
—Todo es mentira. Los diamantes no están aquí, y él no los tiene.
Clavó la navaja en el vientre del otro. Víctor abrió mucho los ojos y miró abajo. Daan la sacó de sus entrañas y el otro gimió de dolor en respuesta. Cayó lentamente al suelo. Su caída provocó un ruido inquietante, como si de repente en el silencio de una habitación vacía algo sonase. Un hilillo de sangre se escurrió de entre sus labios.
—Vámonos. No tardaran en darse cuenta de que he matado a dos guardias y al jefe.
Ella asintió y se dirigió al despacho del fallecido para recuperar su camiseta y cazadora, pero él la agarró del brazo y la detuvo.
— ¿A dónde vas?
—Tengo que recuperar mi ropa, si no te importa, sigo en sujetador — respondió de mala gana. Él sonrió, no parecía incomodarle el hecho de que ella estuviera así.
—No vayas, podría ser peligroso caminar por la casa. Tenemos que irnos ya.
—Y pretendes que vaya así por la calle.
Puso los ojos en blanco, se quitó la cazadora y se la lanzó, quedándose únicamente con una camiseta de manga corta desgastada por algunas partes donde era más traslucida.
— ¿Mejor?
Ella se encogió de hombros, con expresión de indiferencia.
—Algo es algo— el contacto de la piel desnuda con el interior de la cazadora era agradable. Estaba caliente y olía a él— Un momento…Esta mierda no tiene cremallera.
Él se encogió de hombros y se dirigió a la ventana.
—Tu amorcito me la rompió cuando lo tiré al suelo — respondió mientras intentaba abrir la ventana
Ella enarcó una ceja y se acercó a él.
— ¿Víctor?
Él la miró con picardía y volvió a concentrarse en la ventana.
—Según parece os lo estabais pasando muy bien — siguió diciendo a la vez que tiraba del mango de la ventana. Yary lo miró y rompió el cristal con un golpe de codo, luego agarró más fuerte el marcó y tiró. La ventana se abrió con un fuerte golpe de viento.
—Una pena que esté muerto; era guapo— respondió ella con total indiferencia mientras salía por la ventana al tejado.
—Cuando tú mueras diré lo mismo, ‘Una pena que esté muerta; era guapa’ — dijo él sin mirarla mientras salía de la habitación tras ella.
Las tejas estaban húmedas, al igual que el ambiente. El hedor a droga y tabaco era más débil desde ahí, el aire golpeaba sus dos cuerpos como deseoso de que se resbalaran y precipitaran al vacío.
—Morirás antes que yo— habló ella mientras avanzaba lenta por el tejado haciendo equilibrio como podía, porque aunque fuera plano estaba bastante desnivelado — Yo misma te mataré algún día.
Fue decir eso y que perdiera el equilibrio por culpa de una teja rota. Daan la agarró por la cintura antes de que besara el suelo y la sostuvo hasta que ella recuperó el equilibrio.
—No si te matas antes en este tejado.
Ella frunció el ceño y apartó las manos del joven de sus caderas. Se tapó el torso con la cazadora y siguió caminando sin decir nada más.
De repente paró y entrecerró los ojos para ver algo que debía de estar a unos 20 metros de distancia. Entre toda la oscuridad de ahí arriba algo la desconcertaba. Algo parecía relucir levemente, no era ninguna pared ni objeto material, parecía piel, piel humana. Había alguien.
— ¿Ocurre algo?
Ella siguió fijándose. De repente abrió mucho los ojos.

— ¡Agáchate, por dios agáchate! —dijo a la vez que enganchaba al chico y hacía que los dos se cayeran sobre el suelo del tejado. El en el trayecto aprovechó para sacar la pistola de la bota y disparar al frente. Por unas milésimas de segundos, no fueron fusilados en ese mismo lugar.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Relato Parte 5

//Con la colaboración de mi maravillosa y única hurricane, conocida también como la mamá de Alec Surrealista. ¡Te quiero!//



La temperatura de la sala aumentaba por momentos, a la velocidad de la luz. Ella sentía como Víctor despeinaba su pelo y como la atraía hacía él con fuerza, sentía como sus torsos se unían y la pasión desbordaba, aunque los dos fueran unos perfectos desconocidos, unidos simplemente por los diamantes que él poseía. Notaba el fulgor de sus oscuros ojos repletos de deseo quemándole la piel. El contacto de sus labios con los suyos, ardientes, rojizos, encendidos, que le dejaban un sabor dulzón mezclado con sangre.
La pálida piel de ella estaba adquiriendo un tono rosado por la zona de las mejillas. Las manos de él se deslizaban por su espalda, haciendo que tiritara. Le quitó la cazadora de cuero y la tiró al suelo. La miró con sensualidad y esta le respondió mordiéndose el labio. Faltaba ya poco para llegar a su habitación.
Víctor la alzó y ella lo rodeó con las piernas. Los besos a partir de ese momento fueron más rápidos y feroces. Sus manos se deslizaban por el interior de la camiseta de ella y viceversa. Víctor la empujó contra la pared, ella sintió el leve cosquilleo de su aliento contra su cuello.
Para cuando se quiso dar cuenta él ya le había quitado la camiseta y estaba solo con el sujetador. Ella le desabrochó la camisa y acarició sus pectorales y espalda.

Una pequeña parte del cerebro de Yary le dijo que aquello estaba yendo demasiado rápido y que no era moralmente correcto. La acalló en el acto con el recuerdo de lo divertido que era el sexo.
Sentir la presión de otro cuerpo sobre ti, su aliento sobre tu piel, el corazón desbocado... y sin necesidad de atarte a esa persona para siempre; eso era lo mejor que le podía ofrecerle Víctor.
—Desnúdate —le exigió y se apartó de ella para ver cómo lo hacía. Yary frunció un poco el ceño, obedecer a otros nunca fue con ella ni siquiera en este sentido.
—Pero primero... —susurró dulcemente deslizando sus dedos por el vientre del hombre, pasando sobre su ombligo y redibujando las líneas de sus flechas hasta el borde de sus pantalones. Él alzó una ceja y ella le sonrió con picardía. Los hombres eran mucho más débiles sin ropa.

Él la miró un momento con el pelo totalmente despeinado, con una sonrisa de lado, la luz que entraba por la ventana proporcionaba un brillo a sus ojos y la cabeza ladeada de tal forma que no pudo evitar acordarse de alguien. De repente Víctor pareció transformarse en otra persona delante de ella, aunque sabía que todo era cosa de su cabeza. Lo nuevos ojos, claros contorneados de negro, la miraban con expresión felina y sorna salpicada de picardía, algo ya habitual en él. Los mechones rubios y ondulados le caían sobre los ojos. Tenía le torso al descubierto, mostrando los perfectos hombros y los músculos del cuello, las curvas de la espalda y de lo brazos y los abdominales levemente marcados. Yary parpadeó un par de veces. La imagen de él se veía borrosa. Se sentía rara, y quiso apartarse. No comprendía porque aquella imagen no desaparecía de su cabeza, y porque las ganas de abrazarlo y de palpar su cuerpo con las manos iban aumentando según pasaban los segundos. ¿Por qué Daan?

Trató de apartarse pero él la tomó de la cintura.

— ¿Qué te pasa? — la voz de Víctor iba haciéndose débil a medida que se tornaba a la de Daan.

Sentía como sus manos con algunas venas marcadas le rodeaban la cintura y la pegaban a él, como sus labios recorrían su cuello con ferocidad, y como su aliento le hacía cosquillas. Como la yema de sus dedos la rozaban y le producían agradables cosquillas. Dejó que sus labios se unieran, dejó que la tomará en brazos y la tirara bruscamente contra la cama. Dejó que le besara los omoplatos y que jugara con las tiras de su sujetador. Ella sabía que solo era una imaginación suya y que era Víctor quien hacía todo eso, y sabia que todo aquello estaba yendo demasiado lejos, pero se sentía tan bien así, viviendo una especié de frenesí que era incapaz de parar.

Algo de repente consiguió que abriera los ojos de golpe y que la imagen de Daan se borrara de golpe dejando a un Víctor que posaba una pistola en la garganta de ella mientras reía descaradamente. Ella frunció en el ceño aún jadeante. <<Estúpida ilusa>> pensó para sus adentros.

— ¿Me tomabas por imbécil? — Lo miró de manera fría— Sé para quién trabajas y que es lo que quieres.

Ella se movió intentado clavarle los anillos. Víctor respondió hundiendo más la pistola en su garganta y apretando el percusor. Un silenció inundó la habitación de repente, ella temía por su vida, y el otro disfrutaba viendo como la torturaba, mas ella intentaba mantenerle la mirada. Escuchaba pequeños crujidos de madera a lo lejos.

— ¿Por qué no acostarte primero conmigo y luego amenazarme de muerte? — preguntó casi acusándolo.

—Sé que me habrías matado antes de poder llegar a hacer nada. Ahora lo haré yo; te mataré. No eres más que otro problema más — sonrió con amargura— Un problema demasiado bonito.

Hundió más la pistola. La tenía inmovilizada de pies y muñecas. Seguía escuchando ruiditos de madera que crujía. Su respiración se entrecortaba. Tenía que salir de esa, como siempre, pero no sabía cómo, todo estaba demasiado negro. Podía intentar darle un cabezazo pero la pistola estaba tan hundida que le cortaba la respiración.

—3… — comenzó a hacer la cuenta atrás.

Yary se movía con todas sus fuerzas y jadeaba, Víctor reía en respuesta.

—2…

Ella lo miraba con una mirada penetrante, clavando sus plateados ojos en él, intentando de alguna manera que se apiadase, aunque toda esperanza se estaba evaporando. Cerró los ojos.

La puerta se abrió de repente con un portazo y sintió como parte del cuerpo de Víctor la aplastaba mientras emitía un gemido. Aprovechó ese momento para apartarse la pistola de la garganta. Alguien tomó a Víctor y lo empotró contra en suelo con un golpe secó, rápido y brusco.

Yary se levantó rápidamente para ver de quien se trataba y huir de allí. Reconoció al instante al individuo de pelo dorado y el estómago se le retorció. Era él. Era Daan.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Relato parte 4

Olvidando el pequeño incidente ocurrido  minutos antes, aún con el hedor a muerte pegado a su ropa, se dirigió  al final del callejón y torció hacia la derecha. Se mostraba otro camino, como de costumbre, en total penumbra. Olía como todos los otros, a droga, tabaco, alcohol y cosas peores. Los edificios se mostraban ruinosos y sombríos. Con todas las puertas y ventanas rotas del todo, y las que no, estaban a punto de hacerlo.
Yary esperó encontrarse algo parecido a todo lo anterior; gente borracha y drogada tirada por el suelo, alguna que otra fulana y más gente en corros fumando y bebiendo, la calle a rebosar de basura. Pero en su lugar se encontró todo lo contrario; una calle limpia ─aunque eso quitaba el que había mal olor─ vacía y larga con un pequeño edificio en el frente. Todo era inquietantemente tranquilo. Demasiado teniendo en cuenta el lugar donde estaba.
Respiró hondo y caminó hacia delante con decisión y con la guardia bien alta, con todos los sentidos alerta. No podía permitirse perder todo lo que le había costado llegar hasta las puertas de aquel edificio por culpa de un ladronzuelo o borracho de pacotilla.
Llegó como alma llevada por el diablo a las escaleritas de la casa. Paró un momento y buscó con la mirada una plaquita en la que pusiera  ‘Clínica Hoffman’ tal y como le había dicho Elías. La encontró, polvorienta y oxidada. Se quedó pensado unos segundos, ¿Debía llamar al timbre o entrar sin más?  Desde fuera podía parecer una situación un tanto ridícula, pero desde dentro era algo bastante confuso y exasperante. Si tocaba el timbre y resultaba que no tenía que hacerlo podría perder credibilidad y parecer una novata más, cosa que no le interesaba para nada.
─Puedes pasar─ comentó una voz ronca detrás de ella.
La asustó tanto que estuvo a punto de sacar la pistola de la bota y disparar. Pero al ver que se trataba de un hombre algo canoso, con marcadas ojeras, de estatura mediana y fuerte se relajó y devolvió la sonrisa cansada que le había brindado el hombre.
Este abrió la puerta y le dejó pasar primero. Entró con toda la tranquilidad posible pero no pudo evitar que el corazón le golpeara por dentro. El lugar seguía oscuro, las paredes estaban algo agrietadas y marcadas por la humedad, parecían haber sido de color verde en otra vida. El suelo de madera crujía cuando lo pisaba.
─Por ahí─ le índico el hombre, señalando un largo pasillo con una puerta el fondo.
Yary asintió y comenzó a caminar mientras se acariciaba los anillos. Paró frente a la puerta, se atusó el flequillo, recolocó la cazadora y entró.
Lo que había en  la habitación era semejante a un bar, solo que aparte de vender bebidas también vendían otro tipo de sustancias. Había un par de personas sentadas en las mesas que había, fumando y bebiendo. La estancia apestaba a droga, tanto que podía llegar a marear. Reinaba el silencio, tal vez demasiado. Todo el mundo se giró cuando ella entró, esta sacudió la cabeza y se acercó sin bacilar ni un momento hasta la barra.
El barman la miró indiferente mientras limpiaba un vaso. Yary se sentó en un taburete.
─ Ponme lo que sea.
─ ¿Lo que sea? ─ preguntó este mientras se apartaba los rizos desaliñados castaños de la cara y dejaba el vaso y el trapo en la mesa. Era musculoso y estaba repleto de tatuajes.
Ella lo miró con ferocidad y frialdad mezcladas.
─Bebida. No otra cosa.
Este asintió con una ceja levantada y media sonrisa.
─Tal vez un vodka negro con lima sea interesante para empezar y abrir apetito.
Ella se encogió de hombros.
─Tal vez ─fue lo único que dijo.
El barman comenzó a preparárselo con una rapidez y habilidad impresionantes.
─ ¿Es la primera vez que vienes por aquí?
─Sí, se podría decir que sí.
─Nunca antes te había visto─ siguió diciendo─. ¿Vienes por algo en concreto, o solo por lo mismo que todos los demás; droga ¿─concluyó a la vez que le plantaba la copa de vodka delante.
Tomó la copa en las manos y le dio un sorbo. Se examinó las uñas.
─La verdad solo quería hablar con el encargado de todo esto─ dio otro sorbo.
Él que estaba cerrando las botellas paró en seco.
─ ¿Es que tú también…?
Ella negó.
─Yo no, pero mis superiores sí. Trafican. Me enviaron para llegar a un acuerdo.
Siguió bebiendo. La cara del chico era contradictoria.
─No puedo creerte. No me han dicho nada.
Terminó su copa del todo y lo miró con una ceja alzada. Yary sabía que la esperaban, se lo había confesado Elías, tenía que aprovecharse de eso.
─Puedes ir a arriba y decirle ‘Ella ya ha llegado’. Veras como no se sorprende y te dice que me invites a pasar.
Frunció el ceño y arrojó el trapo de mala manera contra la barra. Yary respondió con una maliciosa sonrisa. El barman desapareció por unas escaleras que fue subiendo de dos en dos.
Alguien se sentó a la izquierda de la asesina, en el taburete de al lado. El hombre que le abrió la puerta. Se arrimó a ella y esta suspiró cansada, ya se le habían arrimado demasiados chicos.
—Disfrutando de una agradable velada por lo que veo— dijo él mientras miraba su copa vacía— Podría pagar una ronda. Tal vez dos.
Yary lo miró de lado con una fría expresión en el rostro, no tenía ganas de hablar.
—Pensaba que los que venían por aquí no tenían tanto dinero, ni siquiera donde caer muertos.
El hombre enmudeció. Ella había dado en el clavo y se lo había clavado bien hondo.
─Entonces tú debes de ser una de ellas ¿No? ─contraatacó el otro─ Después de todo estas aquí.
Ella le sonrió con malicia mientras acariciaba la copa vacía.
─Yo no he venido a este antro de mala muerte por gusto. Trabajo, nada más.
Él rió.
─ ¿Pretendes que me crea eso?
Ella se encogió de hombros.
─Yo no pretendo nada.
El hombre se acercó más y le paso una mano por la cintura.
─No me toques─ le dijo ella amenazante.
─ ¿O sino qué?
A Yary se le crisparon las comisuras de los labios. Se giró lentamente y le dio una sonora torta, teniendo especial cuidado en no clavarle los anillos. Tras eso se volvió a girar como si nada hubiera ocurrido.
El hombre se acariciaba la mejilla, con expresión confusa.
─ ¡Harry estúpido idiota! ¡Apártate de ella, Víctor la espera! ─ le gritó el barman.
Ella se levantó elegante, silenciosa. El barman le señalo con la cabeza que podía subir, aunque no parecía muy contento con la idea.
─¿Una mujer del jefe? ─ preguntó en susurro Harry.
Las escaleras de madera crujían un poco al posase sobre ellas. Las paredes eran blancas con algún que otro cuadro. Estaba casi oscuro, solo una luz blanca bañaba un poco las paredes, proveniente del piso superior. Respiró hondo varias veces, debía mostrarse indiferente ante la situación. Abrió la puerta.
Una habitación casi vacía se apareció frente a ella, con las paredes en tonalidades de moca desteñida, sin luz artificial, iluminada únicamente por la luz de la luna que entraba por las ventanas. En mitad de la habitación había un escritorio. Dos hombres corpulentos estaban de pie  a cada esquina de la puerta por la que había entrado.
Detrás del escritorio un hombre musculoso, con fracciones cuadras, con mandíbula ancha, piel morena, ojos oscuros y pelo del mismo color formando una pequeña cresta al principio de la cabeza y con barbar de algunos días, la esperaba con ojos brillantes y una sonrisa de lado.
Debía reconocer que era atractivo.
─Bienvenida─ dijo mientras se levantaba y la recibía con las manos abiertas─ Tu debes de ser Samanta.
Asentí copiando su mirada.
 ─Creí que serías rubia y que llevarías un vestido rojo, eso me dijo Samuel.
Claramente la habían confundido con otra.
─Finalmente pensó que este look le gustaría más.
Víctor se acercó a ella, con una expresión sensual.
─Tutéame por favor. Aquí sobran los formalismos ─ con un gesto de mano los guardias salieron por la puerta con impresionante sigilo.
Yary empezó a hacerse a la idea de lo que tendría que hacer para conseguir lo que quería.
─Tienes unos ojos preciosos, pero irreales. Lentillas supongo ─ dijo a la vez que le acariciaba la mejilla con una larga sonrisa dibujada.
Ella no llevaba  lentillas, pero fingía que sí.
─Creo que eres de las mujeres más lindas que me ha enviado Samuel jamás.
Bajó su cabeza hasta que sus narices se rozaron, en sus ojos se podía ver reflejada lujuria.
─Eso se lo dirás a todas ─dijo ella coqueta.
Víctor rió y deslizó su boca hasta su cuello. No intentó siquiera seducir a la joven, tal vez porque fuera algo habitual  en él acostarse con las mujeres enviadas por el supuesto Samuel.
Ella no se apartó, permaneció ahí. Después de todo necesitaba alguna manera de llegar hasta su habitación, tal vez esa fuera una de las maneras más sencillas y asquerosamente divertidas.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Relato parte 3

La asesina respiró intranquila, nunca le pareció agradable tener a alguien que la apuntara con una pistola justo delante de ella. Pensó rápido, debía encontrar la forma de salir de aquel embrollo en el que se había metido. Probablemente, pensó, no se atrevería a disparar.
─Lamentablemente lo hice─ se cruzó de brazos─. ¿Pero, qué más da? Tan solo era otro borracho-violador más de este barrio. Pronto alguien ocupará su puesto.
Elías agachó la cabeza y  cerró los ojos, dejando escapar lágrimas que se deslizaban por sus oscurecidas mejillas.
─Pues resulta─ habló sin mirarla─ que ese <borracho─violador>, era mi hermano.
Intentó mantener la cordura y la expresión de indiferencia, pese a que esa noticia se le había clavado bien hondo, como un cuchillo. Si hubiera sabido ese pequeño detalle seguramente no lo habría matado y de haberlo hecho, no habría hablado de ese modo después. Se maldijo a sí misma por haberlo hecho.
Elías se levantó del todo, dejando el cuerpo inerte de Tom en el suelo y le dedicó una de las miradas más llenas de odio y dolor que jamás le habían dedicado, que no eran precisamente pocas teniendo en cuenta que la mayoría de las veces se dedicaba a matar gente. Ella intentó mantenerse serena, manteniendo una mirada fría, sin miedo.
─Y tú─ escupió con desprecio─ Lo has matado.
Ahora ya estaba casi segura de que Elías sería capaz de matarla, lo sabía. Debía construir un plan en los escasos minutos de vida que le podía quedar.
─Te mataré. Lo vengaré. Sean cuales sean mis consecuencias. Lamentarás haber matado a uno de los hermanos Wells.
Ella, que estaba retrocediendo lentamente para atrapar una botella de vino  a medio consumir, paró en seco. Pero no porque dijo que  fuera a matarla, eso era lo de menos.
─ ¿Consecuencias? ¿Qué consecuencias?
Elías se mordió el labio inferior y agachó un poco la cabeza.
─Te mataré. Eso es lo importante─ fingió no escucharla.
La asesina suspiró, odiaba que alguien la ignorase.
─¿Qué consecuencias? ─repitió ella─ Elías─ pronuncio con suavidad.
Frunció el ceño y apartó la vista.
─Podrían meterme en la cárcel por asesinato.
Disparó. Fue un disparo silencioso, ya que el arma llevaba puesto el silenciador.
La asesina se apartó tirándose hacía un lado con brusquedad. Sus collares tintineaban.
Rodó en el suelo y cogió la botella. Elías volvió a disparar y ella se arrastró en el suelo  para evitar ser herida. 
─Estúpida perra─ bramó Elías.
Ella rió para sus adentros. Él comenzó a disparar cada vez más rápido.
 Con ayuda de una mano se levantó e hizo una pirueta para llegar hasta un contenedor junto a la esquina de otro pequeño callejón y poder resguardarse detrás de él.
Elías disparó un par de veces más contra este, pero paró para recargar balas.
─Sé que estás ahí. Te he visto esconderte. Sal y deja de hacer el ridículo.
No obtuvo contestación.
Rió.
─Está bien, como quieras─ siguió diendo él mientras caminaba airoso hasta la esquina del contenedor donde se suponía que estaba la joven asesina. Apretó el percusor y comenzó a levantar la pistola.
Se asomó y sin pensárselo dos segundos, disparó, imprudente.  Pero no disparó a nadie, solo a la pared, en la que el yeso se hundió hacía dentro.
─ ¡¿Pero qué..?! ─ exclamó mientras veía un pequeño largo y oscuro callejón junto al contenedor, en el que antes no había reparado.
Bajó la pistola inconscientemente y comenzó a adentrarse en él. Apestaba a putrefacción, orina, cerveza y colillas. No se veía nada, no había luz, solo podían distinguirse algunos pedacitos de cristal en el suelo porque brillaban levemente. Dio unos pasos más al frente, intentando acostumbrarse a la oscuridad.
Algo lo golpeo por la espalda, en la cabeza, pillándolo por sorpresa. Calló al suelo rodeado de diminutos cristales verdes que parecían formar una cascada al precipitarse contra el suelo, y se manchó de vino. Notaba como la sangre fluía por un tajo de la nuca, como por culpa del vino le escocía. Se quedó sin respiración unos momentos por la caída.
Fue a estirar el brazo para alcanzar la pistola, pero alguien le pisó  la muñeca con dolorosa fuerza y  notó como sus huesos crujían. Era la asesina.
Ella emitió un sonido de satisfacción, y se agachó para coger la pistola. Elías trató de levantarse y correr, pero el dolor proveniente de la nuca lo estaba torturando y lo dejaba inmóvil. La chica había roto una botella de vino en su cabeza.
Ella se agachó un poco para hablar cara a cara. Él intento moverse pero ella le colocó la pistola en la garganta.
─ ¿Te duele? ─ preguntó con malicia y sorna mezcladas.
Elías no respondió con palabras, solo con un gemido de dolor.
─Ya veo─ se levantó sin dejar de apuntarle y rebuscó algo es su bolsillo─. Yo podría ayudarte. Solo necesito que me digas cuales serán esas terribles consecuencias, las verdaderas, y yo calmaré tu dolor─ dijo mientras le enseñaba el teléfono móvil con el número de urgencias marcado. Ella sabía que detrás de la palabra ‘consecuencias’, se ocultaba algo mucho peor que la cárcel.
Elías la miró con lágrimas de dolor en sus ojos.
─No hay ninguna otra consecuencia…. de verdad─ respondió medio jadeando.
Ella suspiró cansada.
─Respuesta incorrecta. Sabes perfectamente que podrías matarme y huir. Nadie repararía en mí hasta pasado un tiempo, cuando empezara a oler y todo se llenara de ratas. Y ni aun así se atreverían a llamar a la pasma. No sería el primer cadáver que apareciese en este barrio donde las peleas son comunes. Sabes que no irías a la cárcel. ─ cerró el móvil y lo guardo en bolsillo, Elías gimió de impotencia.
Él cerró los ojos. La sangre se escurría por su nuca y cuello hasta llegar al suelo, hasta su boca y llenarla de un sabor dulzón y repugnante a la vez.
─Ayúdame─ suplicó.
─Tuviste tu oportunidad. La desaprovechaste, es tú culpa. De todos modos lo descubriré tarde o temprano─ Habló mientras se colocaba de pie  con el cuerpo ente se sus dos piernas y le apuntaba.
─ Yo no sé nada… ─jadeó─ Ellos solo querían que te mantuviera a salvo, me pagaron para eso. Lo juro, ¡Lo juro!
─ ¿Quiénes?
─ No lo sé, de veras. Vinieron hasta mí y me pagaron.  Nada más─ su respiración se entrecortaba.
Ella sonrió, ya tenía la información  que quería.
─ ¿Sabes? Puede que meterse con uno de los hermanos Wells sea fatal, pero si intentas engañar o matar a Yary Speit, lo primero que puedas desear será la muerte. Y a ti te voy a conceder ese privilegió ─dijo con  maldad e indiferencia mezclada en su voz─ Nos veremos en el infierno.
Y disparó.  La sangre se incrementó por momentos, dejó de escucharse la fa fuerte respiración y los gemidos de dolor. Solo silencio, perturbador silencio.
Se dirigió al cuerpo de Tom y lo empujó con las piernas a base de patadas hasta el callejón donde estaba Elías. Se limpió las manos con la camisa de uno de los dos y guardó la pistola en la bota.
Había acabado con casi una familia el mismo día. Aquella pequeña pelea solo había resultado un juego para ella, una forma de entretenimiento un tanto peligrosa, ya que cometiendo un solo error podría no volver a hablar y respirar. Morir. Aunque ya había dejado de temer a la muerte, se había burlado de ella incontables veces.
Lo que Yary no sabía era que desde la oscuridad de una ventana, unos ojos cubiertos por greñas rubias la observaban con detenimiento. 

domingo, 6 de noviembre de 2011

Relato parte 2

El hombre asintió con  la cabeza un poco y se metió el cigarro en la boca. Empezó a rebuscar algo en su bolsillo. Ella sonrió y se acercó al hombre. De cerca parecía incluso parecía más arrugado y fatigado.

Él sacó un viejo mechero de color rojo desgastado y con el dibujo de una mujer medio borrado. Encendió el cigarro de la chica, la cual le dio una calada y expulsó el humo. Ella no fumaba, pero sabía que en un negocio como el suyo solo sobrevivían los más fuertes y detallistas, y por ello se exigía casi la perfección en cada uno de sus ‘trabajos’. Cuidaba cada detalle al máximo para poder llegar a ser creíble, estudiaba cada tipo de personalidad al dedillo. Era, en cierto modo, un tipo de arte que pasaba desapercibido. El arte del asesino.

Hizo todo lo posible para evitar  toser, incluso había fumado dos cigarros más en su casa, todo en contra de su voluntad. Al menos, se decía, lo que sacaran con el robo sería lo suficiente como para perdonar a Dereck por haberla impulsado a hacerlo.

El hombre parecía inhalar el humo que la joven expulsaba  con gusto, como si el mismo  salido de  su boca no tuviera el mismo olor.
―No te he visto nunca por aquí ― dijo mientras se metía una mano en los bolsillos― ¿Recién mudada?
Se encogió de hombros mientras daba otra calada.
―Podría decirse.
Él giró la cabeza hacía los edificios abandonados.
―No has elegido el barrio más alegre, ni el más legal ― opinó en un ademán de ser amable.
―Es justo lo que buscaba.
El hombre la observó con atención y se sacó el cigarro de la boca.
― ¿Consumes… ya sabes, malas sustancias? ― preguntó con suavidad, por si se equivocaba. No quería que ella se enfadara por confundirla con una drogadicta.
La chica expulsó más humo por la boca y se miró los zapatos.
―No regularmente, pero sí. Últimamente mi vida es un caos difícil de sobrellevar―confesó― Ya sabes, un despido, un desahucio, problemas familiares y amorosos.
―El paquete completo vaya.
―Eso me temo.
Se hizo un silencio no precisamente incómodo, que solo la joven se atrevió a romper.
― ¿Hay alguien aquí que pueda darme lo que quiero? Algo que no sean cigarrillos.
El hombre se quedó pensativo y se rascó la cabeza.
―Sí, sí que lo hay. Pero no estoy seguro de que te venda algo.
― ¿Y eso?
―Es un hombre un tanto caprichoso, puede que te pida favores muy poco decentes a cambio. Le gustan las mujeres como tú.
La  farola del callejón donde había estado ella antes se fundió de repente, y se escuchó un ruido de cristal rompiéndose. Se explotó la bombilla.
― Podemos probar― dijo con cierto punto sensual, ignorando por completo el incidente.
Él, que estaba  distraído mirando la farola giró de repente la cabeza hacía ella sorprendido, observando con detalle esos ojos plateados que tanto destacaban.
―Podría ser peligroso para una jovencita como tú.
―Sabré defenderme.
 Bufó y se llevó las manos a la cintura.
―Sígueme― respondió con algo de resentimiento salpicado en la voz.
Se giró y caminó rápidamente por la acera, tan rápido que casi parecía correr. Ella lo seguía intentando mantener su paso.

El barrio iba empeorando por momentos. El hedor a droga lo inundaba todo, girando alrededor de ella, revolviendo sus entrañas. Se atusó el flequillo y aprovechando que el hombre no la miraba tiró lo que quedaba de cigarro a un charco del suelo. No soportaba más sentir que su garganta ardía cuando el humo la atravesaba.

Se podía ver a gente fumar, beber o drogarse en el interior de los callejos casi sumidos en la total oscuridad. Muchos siquiera sobrepasarían los 16 años. También había mujeres ofreciendo sus encantos, a cambio de dinero.

Algunos de ellos silbaban cuando los dos pasaban, diciendo cosas realmente desagradables, que el carácter de ella no toleraba y hacía que la mayoría de las veces les sacara el dedo del medio. Si ellos supieran que se estaban metiendo con una verdadera asesina, estaba segura, se callarían. Al menos los inteligentes, si es que habías de esos. No tardaron en venir a su cabeza diferentes  maneras de matarlos, pero se obligó a hacer desaparecer aquellas ideas descabelladas para concentrase en lo que tenía que hacer. Que, estaba segura, era más importante que acabar con un par de drogadictos.

El hombre, que pudo deducir por que los otros lo conocían y llamaban, se llamaba Elías siguió caminando por la acera hasta que se adentró en un callejón. La chica rezó por que estuviera vacío. Pero no fue así. Un par de hombres estaban apoyados en la pared con un cigarro en una mano y una botella de ron en el otro.
─ ¿Tenemos que pasar por ahí?
─Sí ─asintió─. Tan solo tenemos que cruzar el callejón y seguir por la derecha. Ahí hay  una casa con una vieja placa donde pone ‘Clínica Hoffman’. Es ahí.
Suspiró y se recolocó bien los anillos. Aquella noche eran su única arma. Sus formas afiladas eran tan eficaces como cuchillos.
─Elías, no me habías dicho que conocías a una chica tan─ dijo uno que tenía largos cabellos marrones que le llegaban hasta los hombros y una cicatriz en la mejilla ─ atractiva ─ se levantó y acercó mucho  a ella.
─Tom, déjala. Ella no es como las otras chicas de por aquí─ indicó Elías.
Tom se inclinó hacia la joven y la empujó, haciendo que chocara contra la pared.
─Todas empiezan diciendo lo mismo, pero luego… ─ rió descaradamente, mientras le acariciaba el pelo. Ella intento apartarse pero este no le dejó. Podía sentir su aliento con olor a ron en su cuello.
Elías se acercó para apartarlo. Pero este lo empujó. Los otros dos hombres tirados en el suelo, borrachos, rieron.
─Vamos, ¿no me digas que tu no la quieres? Sé que llevas deseándola desde hace rato.-Lo miró─ Te gustan las chicas de ojos bonitos.
Y se volvió a inclinar sobre ella, casi rozando su cuello con los labios. La atrajo hacía él con brusquedad
─Déjame en paz, apártate─ le susurró la asesina de mala manera.
Rió.
─Vamos, bonita, si lo estás deseando─ Y apoyó los labios en su cuello

Eso era justo lo que ella estaba esperando pacientemente. Al menos tendría una excusa para justificar lo que estaba a punto de hacer.
Golpeó con el puño su cuello, clavando sus afilados anillos en él.
La sangre nació de su garganta, escurriéndose por la mano de ella y por la piel de él. Se agarró el cuello mientras un grito ahogado surgía de su boca. Y caía al suelo, en posición fetal, manchándolo de rojo. Jadeando.
─Te lo dije. Te dije que te apartaras ─ le dijo ella con desprecio.
Elías tiro el cigarro al suelo y corrió hacía su amigo. Miraba como moría lentamente entre jadeos y gemidos, sin poder hacer nada por ayudarle. Los otros estaban demasiado borrachos como para darse cuenta de lo que estaba pasando.
─Tom, Tom─ gritó desesperado.
El herido cerró los ojos y dejó de respirar. Muerto

La asesina miraba la escena sin ningún tipo de sentimiento, como si aquella situación fuera tan repetitiva en su vida, que verla una vez más tan solo era una pérdida de tiempo. Se giró dando la espalda al fallecido y su amigo mientras se limpiaba los anillos y las manos con un paño, concentrada en no dejar manchas, la sangre en ocasiones podía ser muy difícil de quitar.
Tan solo un ruido consiguió que girara la cabeza. El ruido de alguien apretando el percusor de una pistola.
Elías la apuntaba, con doloroso odio en su mirada.
─No debiste hacer eso.

martes, 1 de noviembre de 2011

Relato Parte 1

///Nota de la autora:  Lo primero ESTE RELATO NO TIENE NADA QUE VER CON LA HISTORIA. Ya que decidí no publicar nada hasta que la novela fuera reescrita y terminada, al menos me dije, tenía que mantener a Yary viva en vuestro interior (para que no la olvidéis).Las partes son muy pequeñas, (como ya veréis) pero esto tiene su razón; así os Yary durará más tiempo. Aviso no os acostumbréis demasiado a esto ee xd. A disfrutar se ha dicho. //


Dedicado a    mi rubia, gracias por ser tan paciente conmigo  y    mis  historias. Te quiero.

El viento golpeaba su cara con fuerza. Las voluminosas ondas azabaches se ondeaban y enredaban. La tenue luz de una farola estropeada que iluminaba el callejón a duras penas hacía que las tachuelas de su chaqueta corta de cuero y que las cadenas y collares que adornaban su cuello y muñecas, brillaran débilmente. De los agujeros del pantalón roto asomaban sus piernas cubiertas por medias de encaje negras. La camiseta blanca de tiras holgada se trasparentaba un poco por lo que se distinguía el color negro de su sujetador. Sus ojos plateados estaban perfilados de un oscuro color negro que se había corrido levemente por los párpados que contrastaba con su tez blanquecina. Lucía largas pestañas postizas y unos labios de color escarlata. Su expresión dura y fría complementaba perfectamente la estampa.
Ella no solía utilizar normalmente ese tipo de ropa, prefería el cuero. Pero debía de reconocer que estaba encantada con esa nueva apariencia, por una vez no debía enfundarse en ceñidos vestido cortos y calzarse zapatos con infinito tacón para conseguir lo que quería.
Estaba apoyada en la pared, empapando sus botas militares con un charco del suelo. Sus dedos estaban repletos de anillos con formas afiladas y sus uñas estaban pintadas de negro. Tamborileaba la mano derecha contra su muslo, impaciente. Miró el mugriento callejón repleto de basura y de ratas que se paseaban de un lado a otro. Observó los ruinosos edificios que se mantenían en pie a duras penas, con apartamentos deshabitados donde solo vivían un par de drogadictos, que seguramente ocuparían los pisos de forma ilegal. Una ventana rota cubierta de mala manera con trozos de cartón emanaba luz. Se preguntó por un momento como era alguien capaz de vivir en esas condiciones.
Algo de repente provocó que su pulso se acelerara. Notaba una vibración en su muslo izquierdo. El móvil.
Lo tomó en las manos y descolgó.
—<Fumata nº1> se aproxima al callejón — respondió una voz masculina con tono serio que se mezclaba con otro cordial.

— ¿Fumata?

—Lo acabo de bautizar así. Consume un cigarrillo tras otro en tiempo récord—añadió — Como una locomotora.

—Oh. —dijo con desdén—¿Es una presa fácil?

—Ajá—confirmó— Es el típico tío que se rendirá a tus pies con algunos de tus meneos de cadera y un par insinuaciones.

— ¿Cómo tú? — respondió ella con sutileza

Pudo escucharse una leve risa maliciosa.

—Chica traviesa.

Y tras eso colgó, guardó el teléfono y sacó un cigarrillo.
Un hombre de unos treinta años con aspecto desaliñado, vestido con unos pantalones viejos ya rotos, con una camiseta blanca sucia y maloliente, con unas profundas ojeras y que expulsaba humo por la boca pasó rápidamente. Hora de comenzar la función.

—Eh—lo llamó. Este se giró sorprendido—. ¿Tienes fuego?

domingo, 11 de septiembre de 2011

Lo siento. En serio.

Llevó muchísimo tiempo pensando esto, y he llegado a la conclusión de que ya es hora de hacerlo.
No será algo que os guste, de eso estoy segura, pero es algo que necesito hacer. Me temó que el blog de Tras El Espejo estará en punto muerto hasta que termine la historia.
Habéis presenciado como se formaba una novela, pero también presenciareis como cambia y toma otros rumbos que están en mi cabeza y que de la forma que  la tenía escrita no puedo tomarlos.
La historia entera va ser reescrita, aunque la trama principal sea la misma en todo momento. Subiré los capítulos cuando termine la novela, o al menos cuando esté segura de que esos capítulos no se van a reformar.
Lo siento muchísimo, esto no es fácil para mí. Espero que lo comprendáis, es por el bien de la historia. Seguiré en tuenti y pasándome por vuestros blogs con normalidad. Pero como bien me dijeron una vez , en toda historia llega el momento de replanteársela y me temo que ese momento ya ha llegado en la mía.
Solo espero que cuando vuelva estéis esperándome y aún me recordéis.
Gracias de corazón y espero que lo entendáis.