Olvidando el pequeño incidente ocurrido minutos antes, aún con el hedor a muerte pegado a su ropa, se dirigió al final del callejón y torció hacia la derecha. Se mostraba otro camino, como de costumbre, en total penumbra. Olía como todos los otros, a droga, tabaco, alcohol y cosas peores. Los edificios se mostraban ruinosos y sombríos. Con todas las puertas y ventanas rotas del todo, y las que no, estaban a punto de hacerlo.
Yary esperó encontrarse algo parecido a todo lo anterior; gente borracha y drogada tirada por el suelo, alguna que otra fulana y más gente en corros fumando y bebiendo, la calle a rebosar de basura. Pero en su lugar se encontró todo lo contrario; una calle limpia ─aunque eso quitaba el que había mal olor─ vacía y larga con un pequeño edificio en el frente. Todo era inquietantemente tranquilo. Demasiado teniendo en cuenta el lugar donde estaba.
Respiró hondo y caminó hacia delante con decisión y con la guardia bien alta, con todos los sentidos alerta. No podía permitirse perder todo lo que le había costado llegar hasta las puertas de aquel edificio por culpa de un ladronzuelo o borracho de pacotilla.
Llegó como alma llevada por el diablo a las escaleritas de la casa. Paró un momento y buscó con la mirada una plaquita en la que pusiera ‘Clínica Hoffman’ tal y como le había dicho Elías. La encontró, polvorienta y oxidada. Se quedó pensado unos segundos, ¿Debía llamar al timbre o entrar sin más? Desde fuera podía parecer una situación un tanto ridícula, pero desde dentro era algo bastante confuso y exasperante. Si tocaba el timbre y resultaba que no tenía que hacerlo podría perder credibilidad y parecer una novata más, cosa que no le interesaba para nada.
─Puedes pasar─ comentó una voz ronca detrás de ella.
La asustó tanto que estuvo a punto de sacar la pistola de la bota y disparar. Pero al ver que se trataba de un hombre algo canoso, con marcadas ojeras, de estatura mediana y fuerte se relajó y devolvió la sonrisa cansada que le había brindado el hombre.
Este abrió la puerta y le dejó pasar primero. Entró con toda la tranquilidad posible pero no pudo evitar que el corazón le golpeara por dentro. El lugar seguía oscuro, las paredes estaban algo agrietadas y marcadas por la humedad, parecían haber sido de color verde en otra vida. El suelo de madera crujía cuando lo pisaba.
─Por ahí─ le índico el hombre, señalando un largo pasillo con una puerta el fondo.
Yary asintió y comenzó a caminar mientras se acariciaba los anillos. Paró frente a la puerta, se atusó el flequillo, recolocó la cazadora y entró.
Lo que había en la habitación era semejante a un bar, solo que aparte de vender bebidas también vendían otro tipo de sustancias. Había un par de personas sentadas en las mesas que había, fumando y bebiendo. La estancia apestaba a droga, tanto que podía llegar a marear. Reinaba el silencio, tal vez demasiado. Todo el mundo se giró cuando ella entró, esta sacudió la cabeza y se acercó sin bacilar ni un momento hasta la barra.
El barman la miró indiferente mientras limpiaba un vaso. Yary se sentó en un taburete.
─ Ponme lo que sea.
─ ¿Lo que sea? ─ preguntó este mientras se apartaba los rizos desaliñados castaños de la cara y dejaba el vaso y el trapo en la mesa. Era musculoso y estaba repleto de tatuajes.
Ella lo miró con ferocidad y frialdad mezcladas.
─Bebida. No otra cosa.
Este asintió con una ceja levantada y media sonrisa.
─Tal vez un vodka negro con lima sea interesante para empezar y abrir apetito.
Ella se encogió de hombros.
─Tal vez ─fue lo único que dijo.
El barman comenzó a preparárselo con una rapidez y habilidad impresionantes.
─ ¿Es la primera vez que vienes por aquí?
─Sí, se podría decir que sí.
─Nunca antes te había visto─ siguió diciendo─. ¿Vienes por algo en concreto, o solo por lo mismo que todos los demás; droga ¿─concluyó a la vez que le plantaba la copa de vodka delante.
Tomó la copa en las manos y le dio un sorbo. Se examinó las uñas.
─La verdad solo quería hablar con el encargado de todo esto─ dio otro sorbo.
Él que estaba cerrando las botellas paró en seco.
─ ¿Es que tú también…?
Ella negó.
─Yo no, pero mis superiores sí. Trafican. Me enviaron para llegar a un acuerdo.
Siguió bebiendo. La cara del chico era contradictoria.
─No puedo creerte. No me han dicho nada.
Terminó su copa del todo y lo miró con una ceja alzada. Yary sabía que la esperaban, se lo había confesado Elías, tenía que aprovecharse de eso.
─Puedes ir a arriba y decirle ‘Ella ya ha llegado’. Veras como no se sorprende y te dice que me invites a pasar.
Frunció el ceño y arrojó el trapo de mala manera contra la barra. Yary respondió con una maliciosa sonrisa. El barman desapareció por unas escaleras que fue subiendo de dos en dos.
Alguien se sentó a la izquierda de la asesina, en el taburete de al lado. El hombre que le abrió la puerta. Se arrimó a ella y esta suspiró cansada, ya se le habían arrimado demasiados chicos.
—Disfrutando de una agradable velada por lo que veo— dijo él mientras miraba su copa vacía— Podría pagar una ronda. Tal vez dos.
Yary lo miró de lado con una fría expresión en el rostro, no tenía ganas de hablar.
—Pensaba que los que venían por aquí no tenían tanto dinero, ni siquiera donde caer muertos.
El hombre enmudeció. Ella había dado en el clavo y se lo había clavado bien hondo.
—Disfrutando de una agradable velada por lo que veo— dijo él mientras miraba su copa vacía— Podría pagar una ronda. Tal vez dos.
Yary lo miró de lado con una fría expresión en el rostro, no tenía ganas de hablar.
—Pensaba que los que venían por aquí no tenían tanto dinero, ni siquiera donde caer muertos.
El hombre enmudeció. Ella había dado en el clavo y se lo había clavado bien hondo.
─Entonces tú debes de ser una de ellas ¿No? ─contraatacó el otro─ Después de todo estas aquí.
Ella le sonrió con malicia mientras acariciaba la copa vacía.
─Yo no he venido a este antro de mala muerte por gusto. Trabajo, nada más.
Él rió.
─ ¿Pretendes que me crea eso?
Ella se encogió de hombros.
─Yo no pretendo nada.
El hombre se acercó más y le paso una mano por la cintura.
─No me toques─ le dijo ella amenazante.
─ ¿O sino qué?
A Yary se le crisparon las comisuras de los labios. Se giró lentamente y le dio una sonora torta, teniendo especial cuidado en no clavarle los anillos. Tras eso se volvió a girar como si nada hubiera ocurrido.
El hombre se acariciaba la mejilla, con expresión confusa.
─ ¡Harry estúpido idiota! ¡Apártate de ella, Víctor la espera! ─ le gritó el barman.
Ella se levantó elegante, silenciosa. El barman le señalo con la cabeza que podía subir, aunque no parecía muy contento con la idea.
─¿Una mujer del jefe? ─ preguntó en susurro Harry.
Las escaleras de madera crujían un poco al posase sobre ellas. Las paredes eran blancas con algún que otro cuadro. Estaba casi oscuro, solo una luz blanca bañaba un poco las paredes, proveniente del piso superior. Respiró hondo varias veces, debía mostrarse indiferente ante la situación. Abrió la puerta.
Una habitación casi vacía se apareció frente a ella, con las paredes en tonalidades de moca desteñida, sin luz artificial, iluminada únicamente por la luz de la luna que entraba por las ventanas. En mitad de la habitación había un escritorio. Dos hombres corpulentos estaban de pie a cada esquina de la puerta por la que había entrado.
Detrás del escritorio un hombre musculoso, con fracciones cuadras, con mandíbula ancha, piel morena, ojos oscuros y pelo del mismo color formando una pequeña cresta al principio de la cabeza y con barbar de algunos días, la esperaba con ojos brillantes y una sonrisa de lado.
Debía reconocer que era atractivo.
─Bienvenida─ dijo mientras se levantaba y la recibía con las manos abiertas─ Tu debes de ser Samanta.
Asentí copiando su mirada.
─Creí que serías rubia y que llevarías un vestido rojo, eso me dijo Samuel.
Claramente la habían confundido con otra.
─Finalmente pensó que este look le gustaría más.
Víctor se acercó a ella, con una expresión sensual.
─Tutéame por favor. Aquí sobran los formalismos ─ con un gesto de mano los guardias salieron por la puerta con impresionante sigilo.
Yary empezó a hacerse a la idea de lo que tendría que hacer para conseguir lo que quería.
─Tienes unos ojos preciosos, pero irreales. Lentillas supongo ─ dijo a la vez que le acariciaba la mejilla con una larga sonrisa dibujada.
Ella no llevaba lentillas, pero fingía que sí.
─Creo que eres de las mujeres más lindas que me ha enviado Samuel jamás.
Bajó su cabeza hasta que sus narices se rozaron, en sus ojos se podía ver reflejada lujuria.
─Eso se lo dirás a todas ─dijo ella coqueta.
Víctor rió y deslizó su boca hasta su cuello. No intentó siquiera seducir a la joven, tal vez porque fuera algo habitual en él acostarse con las mujeres enviadas por el supuesto Samuel.
Ella no se apartó, permaneció ahí. Después de todo necesitaba alguna manera de llegar hasta su habitación, tal vez esa fuera una de las maneras más sencillas y asquerosamente divertidas.
*O* simplemente mas!
ResponderEliminarme encantooooo!!!
ResponderEliminarsube pronto:)
Si es que la que vale... <33
ResponderEliminarJEJEJEJEJEJ ¡ME ENCANTA YARY!¡ ME ENCANTA LA AUTORA!
ResponderEliminarPero antes un pequeño pega... te has repetido dos veces mira donde la dice tiene unos ojos precio y sale No intento seducirla [...] y después mira donde Victor rió y deslizo su boca por su cuello. No intento seducirla [...] Jajaja solo eso esta al final :)
Sigo comentando
¡QUE ME ENCANTA! Quiero que acabes la historia y así leerla T.T Pero bueno me valdrá estos relatiños que me ¡ENCANTA! ¿Dije que me encanta? ¡ME ENCANTA! (Parezco un disco rayado xD)
Quiero el próximo más!
PD: El victor ese me gusto :$ Aunque sea malo me gusto
PD2: Me gusta como escribes e intentas explicar la escena :)
PD3: Recuerda, en la lista negra hallarás tu nombre Muahahah
PERFECTO. La mejor parte del relato sin duda.. Aunque algo me dice que la siguiente será aún mejor... (El listón sube,y sube y tú lo sigues superando *-*) Eres genial.
ResponderEliminarUn besazo! :D