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domingo, 29 de enero de 2012

Relato parte 9

/Nota: Sé que dije que este era la última parte, pero me estaba quedando muy largo. A si que lo voy  ha dividir en dos partes. Ale a disfrutar/

Daan echó a correr como alma llevada por el demonio mientras disparaba hacía atrás esperando oír el ruido de un cuerpo desplomarse al suelo con un ruido sordo. El viento le golpeaba la cara con dolorosa velocidad. La oscuridad reinaba, vencida únicamente por la leve luz de la luna que iluminaba todo con delicadeza. Sin embargo necesitaba más luz, mucha más luz para actuar bien. ¿Dónde se había metido Yary? Se le ocurrió gritar su nombre, pero decidió no hacerlo, sería una estupidez y luego ella le daría una torta por haberlo hecho. Si es que lograba encontrarla.
Dispararon un par de veces, pero las balas solo impactaron con objetos del suelo que no lograba distinguir, tal vez alguno de esos  fuera un vagabundo. Él disparó un par de veces hacía atrás.
El polvo del suelo volaba a su alrededor y amenazaba con metérsele en los ojos. Intentó correr más rápido forzando a sus piernas y a su respiración. No obstante, la rodilla le falló un momento, lo suficiente como para hacerle perder velocidad. Escuchó las terroríficas voces de los hombres que lo perseguían golpeando sus oídos. Siguió corriendo como pudo, medio cojeando. Volvieron a disparar desde atrás. Se echó a un lado, sin embargo, esta vez una de las balas le rozó el brazo llevándose consigo pedazos de tela y piel. Notó como el líquido escarlata fluía rápidamente por su piel.
Tan solo escuchaba el fuerte martilleo de su corazón, que le hacía daño.
Los sentía cerca, asquerosamente cerca. Pisándole los talones. Le dolía rodilla y el brazo. 
Algo centelleaba desde el suelo. Apretó fuerte los dientes, tomó un la tapa del cubo de basura metálico y lo lanzó como si fuera un platillo volante hacía la oscuridad sin saber a dónde iría a parar ni contra que impactaría. Escuchó un gemido y algo desplomándose. Sonrió y siguió corriendo.
Un hombre con gafas oscuras apareció a su lado, desde detrás de una farola e hizo un ademán de golpearle. Daan soltó una palabrota ¿De dónde había salido? Jadeaba, tenía las venas del cuello marcadas, y de la mano le goteaba sangre. La furia era la que actuaba ahora en él. Agarró al hombre por los hombros antes de que pudiera hacer nada y le asestó un par de puñetazos y patadas para luego tirarlo al suelo, en mitad de la calle y dispararle. Tal vez así los que lo seguían tropezaran.
Siguió corriendo. Disparó un par de veces más hacía atrás pero pareció no haber matado a nadie, simplemente herido.
De repente, algo lo tomó del brazo mientras estaba distraído y lo empujó violentamente a un pequeño y estrecho callejón. Daan apoyó la mano buena en la pared del fondo para evitar chocar y aplastar a la persona que lo había llevado hasta ahí, quien quedo atrapada entre la pared y su cuerpo, y seguía sin soltar su brazo, aunque estuviera empapado de sangre.
Daan, ceñudo,  miró el rostro del individuo, y gracias a la escasa luz que la luna emanaba pudo toparse con los ojos plateados, facciones afiladas y ondas azabache de la persona que minutos antes había estado a su lado y había desaparecido casi por arte de magia. Yary. Ella lo miró a los ojos un par de segundos y luego apartó la mirada hasta su brazo  herido, él en cambio seguía mirándola con la misma expresión desde arriba, cómo queriendo agujerearla, mientras jadeaba.
Las pisadas de los hombres eran cada vez más intensas y cercanas. Yary frunció el ceño y miró al frente. Daan giró la cabeza, pero no se movió porque la asesina de forma inconsciente agarraba su torso con fuerza. Como si tuviera miedo de que al chico se le fuera la olla y que intentara plantarles cara. Le gustaba ese contacto, le hacía sentir seguro, protegido.
Cuando los hombres pasaron ni siquiera repararon en el callejón, pasaron de largo. Los dos asesinos permanecieron en silencio hasta que las pisadas se volvieron susurros nocturnos y lejanos. Entonces ella lo soltó de golpe, sin mirarlo. Tal vez algo avergonzada.
―Eres muy lento―sentenció ella sin mirarle. Él rió levemente ― Y estas sangrando.
Él se reincorporó, apartando la mano de la pared, y de alguna manera liberándola de la ‘prisión’ que había hecho con su cuerpo. Se tapó la herida con la mano.
―Solo es un rasguño.
―Lo sé. Pero la sangre deja rastro―explicó mientras se miraba las manos manchadas del líquido. Levantó la mirada, fría y afilada, como de costumbre― Tampoco creo que sea conveniente que te desangres antes de llegar a casa.
―¿Desde cuándo te preocupas por lo que pueda ocurrirme?
―Desde que Dereck me tiene bajo amenaza.
Él apartó un momento la vista.
―Ya…Dereck.
La chica sacó el cuchillo y tomó la camiseta del chico, quien la miraba atónito. Rasgó un trozó de tela por la parte de abajo, dejando el abdomen al descubierto.
―Si querías que me quitara la camiseta solo tenías que pedírmelo― le dijo el rubio mirándola con sutileza, buscando sus ojos, pegándose más a ella.
― Cállate― espetó la asesina mientras lo empujaba a un lado y le ataba el pedazo de tela alrededor  de la herida
Yary sentía su aliento golpeándole en el cuello. Cuando terminó levantó la mirada y se topó con los ojos verdes tapados con greñas rubias que le revolvían el interior. Escuchó su respiración e incluso notó el contacto de la piel de sus dedos rozándole.
―¿Puedes parar de hacer eso? ―rogó con tono cansado.
―¿Hacer qué? ― preguntó Daan alzando una ceja.
 Ella suspiró y pasó por su lado apartándolo a un lado y se dispuso a salir del callejón..

domingo, 15 de enero de 2012

Relato parte 8

/Nota: Vale, tenéis permiso para matarme o hacerme lo que queráis, siento mucho la tardanza, pero es que en navidades me he centrado en la novela (que por cierto, va bien) y me había olvidado casi por completo del relato. (También mencionar que perdí el archivo y tuve que reescribir la parte. Sí, ya lo sé, más gafe que yo no hay.) 
Pues bien, dicho esto dejo que disfrutéis de la penúltima parte del relato./


—Bu—exclamó él.
El rubio paró el golpe de la chica con la mano.
Ella bufó con cansancio, no le apetecía nada sufrir el sentido del humor de Daan.
—Explícame algo— pidió él aún sin soltar la mano de ella, la cual seguía manteniendo en el aire.
Ella se giró hacia la víctima, zafándose de la mano de él. Ignorándolo.
— ¿Por qué has bajado del tejado a la casa y luego has vuelto a subir? —preguntó con cierta picardía—Sinceramente no tiene sentido…
Ella manoseó el cadáver con la furia ardiendo en su interior. No soportaba al chico y ni siquiera sabía contestarle a la pregunta porque simplemente ni ella misma sabía la respuesta.
—Si te digo la verdad, lo mejor habría sido dejarte ahí solito matando hombres con gafas negras y largarme en un taxi robado—explicó mientras daba una patada al cuerpo y se giraba—.Pero, no. Volví al tejado no sé ni porque, solo para ayudarte, algo muy poco habitual en mí. Y por cierto, casi me matan, aunque eso, como siempre, son cosas sin importancia—Pasó por su lado y lo empujó con el hombro―. Larguémonos, nos están vigilando. Tratarán de hacernos una emboscada cuando menos lo esperemos. Se supone que no deberíamos saber nada, pero todo es demasiado obvio como para pasarlo por alto. Parece que no tienen mucho arte en esto, son demasiado ruidosos y previsibles ― giró un poco la cabeza y lo miró con una cara carente de expresión, tan vacía y fría que obligó al chico a apartar la mirada.
Ella volvió a girarse y caminó hacía un borde. El frío la atizaba, golpeándole en el vientre desnudo y en el cuello. Tenía mechones de pelo negro mojado pegado en la piel y la cara. La coleta empapada se mecía levemente. No se escuchaba otra cosa que al viento susurrar idiomas desconocidos, como melodías demoníacas, tétricas, que parecían burlarse de la tensión que aparentemente había entre ellos. La luz de la luna bañó en platino líquido los rostros de los asesinos.
—Gracias—dijo Daan cruzado de brazos en la lejanía del tejado. La chica giró la cabeza de golpe y lo miró con sorpresa y odio, ella no quería ninguna clase de agradecimiento de su parte, ahora no sabía cómo debía reaccionar. Él simplemente le respondió con una mirada juguetona— Era lo que querías oír.
Ella bajó a un balcón de un salto.
―Solo quiero escuchar a la noche— respondió apoyando las manos en la roñosa barandilla, sin mirarle.
Miró abajo, a la asquerosa calle repleta de botellas vacías y basura amontonada en las esquinas. El viento llevaba consigo el hedor a alcohol y motas de polvo.
Yary escuchó como Daan bajaba de un salto al balcón y se colocaba junto a ella al mismo tiempo que le susurraba a una peligrosa distancia: ―Yo soy la noche, Yary.
Ella giró el rostro hacía él. El pequeño aro negro que el chico llevaba en la oreja resplandecía, al igual que el bello rubio de los brazos y las greñas doradas. Los ojos verdes perturbadores se clavaban en los plateados de ella.
―No llegas ni a sombra― le respondió Yary con el mismo tono de voz juguetón que había utilizado él a la vez que se giraba y le daba con la coleta en la cara. Rió para sus adentros.
Yary se deslizó hasta las escaleras de incendios que había junto al balcón. Estaban oxidadas, frías y ásperas, el contacto con ellas era molesto, aunque casi no sentía nada por lo heladas y entumecidas que tenía las manos. Parecía que la temperatura de la noche bajaba por momentos. Cuando llegó al final de la escalera aún faltaban un par de metros para llegar al suelo. No vaciló ningún momento y se precipitó hacia abajo.
Aterrizó en postura felina y levantó polvo que voló por todos los rincones y que manchó el cuero de sus botas militares. Alzó la cabeza; se encontraba en un cruce de caminos, y ninguno fiable. Los tres estaban sumidos en oscuridad, lo único que alumbraba la zona era la luna llena y un aplique de luz junto a una vieja puerta que había bajo la escalera de incendios, seguramente sería la salida trasera de un bar abandonado.
Algo iba mal. Lo podía notar en el ambiente, en el olor, tal vez solo fuera su intuición.
Un ruido la alteró y provocó que sacara su navaja.
―Lo siento ― se disculpó Daan que había saltado de la escalera al suelo― No pretendía asustarte― su voz sonaba a pulla, o eso le pareció a ella.
Las comisuras de Yary se crisparon y volvió a mirar al frente.
―Ojala pudiera creerte.
El chico emitió un sonido parecido al de la risa y se colocó a su lado, tapando parte de la luz del aplique, lo que entorpecía la visión, que ya de por sí sola era nula. Ella lo miró con el ceño fruncido y cara de cansancio y lo apartó con un empujón de codo en las costillas. Daan se quejó y la miró con cara de dolor, pero ella lo ignoró.
―Los de la derecha e izquierda no me convencen, deberíamos ir por el del frente― explicó el chico con una mano en el bolsillo del pantalón y la otra acariciándose las costillas dolidas.
― ¿Qué? ― preguntó ella que no le había prestado atención, estaba demasiado concentrada en algo que había distinguido en el frente.
― Estoy hablando de los caminos ― explicó clavándole la mirada― He dicho que iría por este, el del frente.
Ella arrugó la nariz y entrecerró los ojos mirando a algo que el chico no supo distinguir. Preparó la navaja.
―No, no es por ahí. Imposible.
― ¿Por qué?
Ella acarició la punta de la navaja con el dedo y acto seguido la lanzó al frente. Él chico la miraba con las cejas levantadas, sin comprender.
 De repente un cuerpo apareció de la oscuridad y cayó al suelo. Tenía la daga atravesándole el cuello y sangraba a borbotones. Llevaba gafas oscuras, como los otros dos tipos que habían matado antes.
―Por eso― Le respondió Yary con voz dura a la vez que aparecían más hombres tras el cuerpo, dispuestos a matarlos.
―Oh Dios…. ― susurró Daan con voz queda a la vez que sacaba la pistola y echaba a correr siguiendo a Yary que ya le había cogido ventaja y ya había sido engullida en un manto de oscuridad.