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domingo, 19 de febrero de 2012

Última parte del relato.



/Siento mucho el retraso, pero es que es una larga historia (nunca confiéis en un portátil viejo). Para compensar me he esmerado y lo he alargado. ¡A leer se ha dicho! /

Yary caminaba con pasos largos, mientras el polvo se pegaba a su vientre húmedo. Se soltó la coleta y dejó que las ondas aún húmedas cayeran en forma de ‘V’ por la espalda, el mechón más largo le llegaba hasta más debajo de la mitad de la espalda. Se pasó la mano por la frente y se apartó el flequillo. El aire fino y helado bajaba poco a poco la temperatura de sus mejillas.
Daan la seguía desde atrás, con la camiseta medio desgarrada. Se llevó la mano a la tela que hacía de venda en el brazo. Aún le dolía. Los mechones de su pelo dorado estaban húmedos de sudor, lo cual provocó que las ondas despeinadas que solía tener habitualmente, se rizaran más. Se metió las manos en los bolsillos mientras caminaba de forma tranquila, o eso era lo que quería aparentar, pero tenía los músculos del cuello y los hombros tensos, más de lo que le gustaría. Observaba con curiosidad la forma de caminar de Yary, decidida, firme. Tal vez lo que él no sabía era que la asesina estaba maldiciéndolo silenciosamente, en su mente.
Se escuchó un ruido de cristales romperse. Los dos se detuvieron. Daan se reincorporó y sacó las manos de los bolsillos. Ambos se miraron con el ceño fruncido. Yary blandió la última navaja que le quedaba y acercó al lugar de donde había provenido el ruido. El rubio la siguió a paso rápido hasta llegar junto a ella.
―Ha sido una ventana, de ese bloque― señaló la asesina con un gesto de cabeza.
Todo estaba demasiado oscuro como para ver bien, pero se distinguían los destellos de puntas de cristal provenientes de una ventana.
―No hace tanto viento como para romper un cristal― sentenció él― Ha sido una advertencia.
Ella se agachó y tomó un pedacito de cristal en la mano, lo observó y luego miró al chico.
―O un señuelo.
Unos breves y suaves pitidos provenientes de alguna parte de la calle alarmaron a Daan, que miró a ninguna parte con el ceño fruncido. La asesina lo miraba de reojo, pensativa.
―Las dos cosas― susurró con voz alarmada mientras tomaba a la chica por la muñeca y echaba a correr, obligándola a moverse.
― ¡¿Qué haces?! ― preguntó ella  en un gritó intentado zafarse.
Daan no contestó, simplemente con un tirón la tiró unos metros por delante de él, empotrándola contra la pared de otro bloque, con brusquedad pero sin intentar hacerle daño. Cuando llegó hasta ella, la obligó a mantenerse sentada y a taparse los oídos, pese a todas las dificultades que le ponía Yary.
< ¡Pam!>
De repente todo era fuego y lluvia de cristales y cemento. Sintió una punzada de dolor que llegó hasta lo más hondo de su alma. Algo había explotado no demasiado lejos, dejando ahora humo y ruinas en el mismo lugar donde escasos segundos antes habían estado observando el cristal roto. Yary, ceñuda  y con los ojos abiertos de par en par, miraba mientras jadeaba el lugar que podía haberse convertido en su muerte. Luego miró al rubio quien le respondió con una mirada cansada, con las comisuras de los labios crispadas, algo fuera de lo normal en él.
Algo le hacía cosquillas, dolorosas. Se miró el brazo y descubrió un cristal clavado cerca de su muñeca, atravesando la cazadora de cuero. La sangre ya hacía rato que brotaba, oscura y elegante, escurriéndose por entre los surcos del cuero.
Daan le tendió una mano para ayudarla a levantarse y le tomó el brazo para atemder la herida, sin cambiar la expresión, pero ella lo ignoró con desdén y lo apartó hacía un lado. Miró el cristal de su brazo y apretando los dientes lo arrancó de su piel, como si no le molestara lo más mínimo, aunque en realidad ahogó un gemido de dolor. Luego lo miró con una expresión gélida y lanzó el cristal al suelo con fuerza, demostrando de qué pasta estaba hecha.
El asesino la miró entrecerrando los ojos y se arrancó un trozo de tela de la camiseta. Ella suspiró y lo empujó a un lado, no había tiempo para tonterías ni para vendas.
No tenía pensado darle las gracias, nunca las daba y aquella no iba a ser una excepción.
Daan iba a abrir la boca para hablar pero ella lo miró rápidamente.
―Ignóralo todo y continuemos, no tenemos tiempo que perder con heridas sin importancia ― lo miró con el ceño fruncido mientras se giraba ―  ¿Por dónde se llega a la carretera?
Él se encogió de hombros y tiró la tela al suelo, de mala gana.
―Creo que por ahí― contestó señalando con la cabeza al frente.
Yary echó a correr rápidamente mientras blandía la navaja en la mano derecha y mientras la chupa de Daan bailaba con el viento, al igual que su pelo. Él sonrió y sacando la pistola del interior de sus pantalones salió corriendo detrás de Yary, como si fuera su sombra.
Los dos estaban seguros de que llegar a la carretera sin toparse con ningún tipo obstáculo no era nada más que otro bonito deseo. Los tenían vigilados, continuamente, aunque les pesara. Ambos eran conscientes de que algo o alguien los miraba y jugaba con ellos como si fueran muñequitos. Ellos querían demostrar que valían más de lo que el cerebro de la trama pensaba, quienquiera que fuera ese. Al menos ella lo quería. A él solo le importaba salvar su propio pellejo. Bueno, podía ser que la chica también le importara, al menos un poco.
Los edificios se alzaban altos, ruinosos, oscuros, malvados, proyectando sus sombras sobre la calle, entorpeciendo más la vista. Formaban una especie de laberinto de callejones en el que perderse resultaba tan fácil como respirar.
En aquel momento la recompensa máxima sería poder robar un coche y volver a casa.
Cruzaron la esquina, y, cumpliendo con sus temores, más hombres de gafas negras e impecables trajes negros salieron de algún lado que Yary no supo distinguir por la oscuridad.
Eran cinco.
No tardarían en llegar más.
Los dos pararon de golpe, sin ninguna muestra de asombro, ya sabían que tarde o temprano iba a ocurrir. Los ‘enmascarados’ llegaron hasta los asesinos rápidamente. Había poca la luz y sus trajes parecían plateados por la luna. La gomina de su cabello resplandecía como si fuera metal.
―No me toques― advirtió Yary a uno de los hombres que la había agarrado por un hombro. No la soltó. Sonrió con burla y agarró su brazo, ignorando su advertencia― Que no me toques― volvió a decir elevando el tono de voz y mirándolo con una mirada gélida, intentando atravesar el cristal de esas gafas negras. El resto de los hombres ya los habían rodeado.
Yary se encogió de hombros y tras eso se zafó del otro con un giro y levantando el brazo con la fuerza y elegancia propia de un caballero, le clavó la navaja en el pecho. Sintió el contacto de la sangre en las manos, estaba caliente. Mientras hacía esto el resto de hombres se abalanzaron contra ella.
―Nunca toquéis a una señorita con carácter si os dice que la dejéis en paz― espetó Daan con la voz juguetona mientras disparaba contra el hombre más próximo a Yary― Eso solo lo hago yo.
Todo ocurría muy deprisa. El cuerpo calló con un golpe sordo, parecía haberse roto la nariz por el impacto, y levantó polvo que llegó la boca de ella. Miró de soslayo a Daan y vio la sonrisa dibujada en su rostro. Casi parecía disfrutar.
Yary golpeó con la pierna a otro que iba hacía ella, dejándolo a la altura de sus manos. Atrapó su cuello y a partir de ahí el proceso de convertirlo en cadáver fue sencillo. Daan por su parte ya se había librado del cuarto hombre y había tirado al suelo al quinto, al que se le habían caído las gafas y mostraba unos ojos de color miel. El asesino estaba agachado sobre él y posaba la punta de la pistola sobre su garganta, apretando tanto que parecía que le agujerearía la piel. Los mechones ondulados le caían sobre la cara, como enredaderas.
―Bueno, supongo que podré hacer una excepción contigo― Daan hablaba con un tono malicioso mezclado con otro dulce y duro al mismo tiempo. Una mezcla apropiada para calar hondo. Miraba a su presa con los ojos entrecerrados― Corre y ve a avisar a tu amiguitos, si quieres ―siguió diciendo mientras se levantaba, apartaba y movía la pistola al hablar.
El hombre se mostró indeciso pero pasados unos segundos empezó a arrastre por el suelo y a levantarse torpemente. Echó a correr hacía unos cubos de basura y se metió en otro pequeño callejón. Daan levantó la pistola y disparó después de una pequeña carcajada despectiva. En ese momento a Yary le pareció un psicópata, tal vez después de todo lo fuera.
―Odio a estos tíos, parecen salidos de Matrix, aunque no saltan veinte metros, obvio― comentó Daan mientras se guardaba la pistola en los pantalones―  Quienquiera que maneje esto tiene muy mal gusto, sin duda― Sentenció sin esperar una respuesta.
― ¿Y nosotros lo tenemos? – dijo Yary apartándose pelo de la cara con un tono de voz más frío― Yo voy en sujetador y tu llevas una camiseta echa girones. Que yo recuerde esto no es lo que se lleva en las pasarelas.
Por un momento, Daan pareció recordar que su compañera iba en sujetador con su cazadora por encima. La miró de arriba abajo, luego al suelo y se encogió de hombros sin mirarla.
―Tal vez, no lo sé― miró al callejón a donde segundos antes se dirigía el hombre, y cambió de expresión― El resto de hombres vendrá por ahí. Tenemos que darnos prisa, y salir echando leches de aquí. El cabecilla de esto tiene muchos asesinos a su cargo.
Empezó a caminar rápido. Ella lo siguió pero hizo un gesto brusco con la mano herida y no pudo evitar que se le escapara un pequeño gemido. Daan se giró y la observó pero ella negó con la cabeza.
―No acabo de comprender que pueden querer de nosotros― comentó Yary para desviar la atención a otro lado.
Él la volvió a mirar un momento, con una mirada entre seria y traviesa.
― Matarnos claro está. No será la primera vez que nos adelantamos y conseguimos las cosas antes que este grupo de idiotas. Lo de las joyas solo eran un señuelo. Supongo que quieren venganza, Víctor no manejaba esto, tan solo era una marioneta. Dereck habrá vuelto a elegir mal a sus amigos.
Yary se encogió de hombros
―Será eso.
Él silencio los inundó, pero no fue incómodo, más bien tranquilizador. Ya no notaban tanto el frío como antes, solo el amargo sabor de sentirse atrapados en un laberinto con perros hambrientos por todas partes.
Siguieron caminando un buen rato más sin hablar, aunque algunas veces se miraban de reojo con disimulo, intentando que el otro no lo notase. Daan rió para sus adentros al darse cuenta.
Yary paró de repente, lo que hizo que él chico se quedara mirándola, también quieto, ceñudo.
― ¿Qué pasa?
Yary agitó la cabeza.
―Nada, me parecía haber escuchado algo. Falsa alarma.
Daan respiró con fuerza y se dio la vuelta para seguir caminando. Tenía la pistola bien agarrada a la mano. Yary también apretó con fuerza el mango de su navaja. La hacía sentir segura de algún modo.
Se escuchó como un coche pasaba a gran velocidad por el asfalto. La carretera estaba más cerca de lo que pensaban. Daan miró a Yary y esta asintió. Ambos echaron a correr.
El callejón seguía siendo oscuro, tal vez por eso no se dieron cuenta de que llegaban a un callejón sin salida.
―Mierda― espetó él.
Ella miró a la ventana que había en la pared. Sería la de algún local, debería haber salida hacia el otro lado de la calle. Se acercó a ella, el cristal era viejo. Con un golpe de codo lo rompió y se deslizó por el hueco con agilidad. Daan no tardó en hacer lo mismo.
El interior estaba oscuro y olía a madera mojada, la estancia estaba ajena a cualquier otro tipo de olor. Una luz débil entraba por un la ventana rota de la pared. Tendrían que manejase a tientas. De verdad parecía una estupidez haber entrado ahí.
La asesina empezó a caminar lentamente, con las manos por delante y los sentidos a alerta. Palpó lo que parecía una barra de bar y siguió con los dedos toda su curvatura hasta llegar al final.
Sintió que algo chocaba contra ella.
―Eh, ten cuidado― replicó Yary con un tono frío. Daan solo esbozó una pequeña risa. Ella lo apartó de su cuerpo con un empujón.
Algo sonó fuera, como pisadas y tintineos. Yary se giró hacía la ventana y tras distinguir una sombra negra fuera se tiró al suelo con delicadeza, enganchando al otro asesino por las muñecas. Lo tiró junto a ella y le tapó la boca con las manos. Él no opuso resistencia, captó enseguida el mensaje; había algo peligroso fuera. Se escuchaban débiles susurros.
― Creo que son ellos. Tenemos que encontrar la salida y largarnos sin hacer ruido ―le susurro ella al oído.
Sintió que el chico asentía y le quitó la mano de la boca. Daan se reincorporó y empezó a caminar agachado. Yary lo seguía guiada por el resplandor de su cinturón. Tocaba todo lo que podía con las manos, para evitar chocar de bruces contra algo.
Escuchó como Daan atrapaba el pomo de una puerta y lo abría. Ella agarró la camiseta de él, bueno al menos lo que quedaba de ella, para ayudar a guiarse, ya que ahí la oscuridad ya era total. Yary rozaba con la mano derecha la pared, la hacía sentir segura.
Notó que cruzaron la habitación y llegaron a otra, pero no tenían ni idea de donde estaba la salida. Los dedos de la asesina palparon algo de plástico frío, y al tratar de averiguar que era notó que algo de esa pieza se hundía hacia adentro y que de repente una luz cegadora inundaba todos los rincones de la planta. Era un interruptor.
Yary miró a Daan rápidamente y este le envió una mirada entre cansada y enfadada. Se escuchó el ruido de gente entrar por la ventana, y susurros esta vez más fuertes.
Ella echó a correr hacía una ventana tapada con madera. Él se giró rápidamente y cerró la puerta con el pestillo y se apoyó contra ella para ejercer presión. A asesina esperó que Daan le gritara o le llamara algo realmente feo, como abría hecho ella en su lugar, pero se alegró de que él no lo hiciera.
Tomó un paragüero de acero lo golpeó contra las maderas. Se movieron un poco y crujieron.
Los hombres ya aporreaban la puerta y Daan luchaba contra la fuerza que ejercían. La asesina debía darse prisa si no queria que los combirtieran en coladores.
Se giró sobre ella misma y busco algo con la mirada, algo, una barra de metal o un extintor. Algo lo suficientemente fuerte como para romper la madera a medio podrir.
-¡Date prisa!- le gritó Daan.
Ella veloz corrió hasta la pared y rompió el cristal de una estantería para coger un martillo que había para casos de incendio. Le extrañó que todavía estuviera ahí.
Atizó las maderas  con la herramienta mientras el pelo mojado le golpeaba la cara como con latigazos. La maderas cedieron y la asesina las arrancó de la pared con las manos, después rompió el cristal.
Miró a Daan y este asintió.
-1...-empezó a contar el asesino en voz baja-2.........-Yary ya se dispuso a salir y la puerta se tambaleaba con más fuerza, la bisagras se romperían en cualquier momento- 3!
Daan se dirigió corriendo hacía Yary que estaba saliendo por la ventana. Los hombres tiraron la puerta abajo y comenzaron a disparar a diestro y siniestro, sin mirar a donde. A él no le quedó otra opción que empujar a la chica para que los dos pudieran salir.
Para Yary el tiempo pareció haberse ralentizado, vio cada pedazo de cristal volar junto a ella, vio la virutas de madera en el suelo, sintió el cuerpo de él cayendo sobre ella. Luego el tiempo volvió a su velocidad natural cuando impactaron contra el suelo.
No se tomaron tiempo ni para respirar y salieron corriendo. Uno de los hombres se asomó a la ventana y disparó pero la bala no impactó contra ellos. Daan respondió disparando hacia atrás.
La luz de las farolas de la carretera estaba cada vez más cerca, al igual que el sonido de las pisadas y de las balas contar el viento. A ella el brazo le sangraba líquido escarlata y a él la venda ya se le había empapado. Quedaban 20 metros para llegar a la carretera.
Llegaron a la salida del callejón. Un corro de chicos  miraban expectantes a las dos nuevas personas sudadas y jadeantes que habían aparecido casi de la nada. Daan se resguardó tras la esquina del edificio y disparaba contra los hombres. Los jóvenes se sobresaltaron al escuchar el sonido de los disparos y empezaron a preguntar todos a la vez. La asesina ignoró las preguntas y se fijó en la moto de color rojo oscuro que estaba aparcada.
-La moto. La necesito- su tono de voz era frío y amenazante, sin ninguna pizca de amabilidad.
-Ni de coña, es mía- respondió uno que tenía la gorra de lado- Nos piramos, no queremos malos rollos.
-¡Maldita sea!-gritó,Daan mientras volvía la cabeza para sorpresa de todos- ¡No tenemos tiempo para gilipolleces! Dale las llaves- Se giró un momento, pero aún  pendiente del callejón y apuntó al chaval con la pistola- Ahora
El chico levantó las manos con los ojos abiertos como platos y tendió la llaves a la asesina, tras eso, él y el resto salieron corriendo
Yary se montó en la moto y encendió el motor, que sonaba elegante, como el rugido de un león.
Aceleró y pasó al lado de Daan, quien se montó en un salto mientras disparaba al frente, contra uno de los hombres.
El viento golpeaba la cara de ambos. Los sonidos de disparos ya eran lejanos, y la tranquilidad ya los había invadido, aunque sus expresiones seguían siendo frías y duras.La melena de ella volaba enroscándose con los mechones de él. Las manos de Daan cubrían el vientre frió de Yary, dándole calor, y sentía su barbilla  apoyada su hombro.
Intercambiaron una mirada cómplice y ella aceleró.

¿Fin?


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Y bien, ¿Qué os ha parecido el relato en general?